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ENTREVISTA en REVISTA LA NACIÓN, 17 Dic. 2006 -
 

Por Claudio Minghetti

Ciruelo Cabral dibuja dragones, guerreros, duendes... Desde hace años vive en Sitges, España, desde donde publica sus inefables libros. En breve, su último trabajo, titulado Hadas y Dragones se convertirá en un film.

 

Foto: Martín Lucesole

Ciruelo viene, toca y se va. No es un crack de fútbol, esos que, por cifras millonarias, compran los clubes europeos. No es una estrella de rock, aunque alguna vez esa idea pasó por su cabeza. Es argentino y porteño, pero hace veinte años partió con rumbo a Sitges, Cataluña, España. Tiene trabajo –y mucho–, que resuelve casi sin salir de su casa ni alejarse de su familia, a pura imaginación. Dibuja y pinta principalmente dragones, guerreros, ninfas y hadas, protagonistas de lo que se conoce como fantasía épica. Hace ya un tiempo lo hace casi sin excepción en libros con sus propias historias; no obstante, en poco tiempo más parece que también lo hará en el cine. Chicos y grandes de todo el mundo lo conocen como Ciruelo. Su último libro, todavía inédito, que presentará en la próxima edición de la Feria del Libro de Buenos Aires, se titula Hadas y dragones. Apenas terminado, este relato con paisaje patagónico se convirtió en un proyecto cinematográfico internacional que tendrá como punto de partida una flamante empresa productora local. Hadas y dragones tiene como escenario el valle de Andekahn, que recrea el paisaje austral argentino, donde un niño llamado Angus vive con su familia y su hermana mayor, Yssala. La pasión del chico es dibujar dragones, a pesar de que nunca ha visto uno, mientras que su hermana adquiere la habilidad de comunicarse con las hadas. Cierta noche, la aldea es atacada por un dragón negro que apresa al niño y lo lleva a las montañas, donde un oportuno dragón blanco llamado Hobsyllwin irrumpe para liberarlo. Nacerá entre ambos una singular amistad. Juntos serán protagonistas de aventuras con enanos, magos, serpientes, bestias, dragones rojos y guerreras amazonas. El sello productor Pampa Film, liderado por Pablo Bossi, un ex Patagonik Film Group e impulsor de obras como Nueve reinas y El aura, entre otras; Juan Pablo Buscarini, un destacado especialista en animación en 3 D y director de El Ratón Pérez, así como la sociedad española Filmax, junto con la Compañía General de Cine, pensaron para este proyecto una coproducción internacional de alto presupuesto –calculan 100 millones de dólares–, respaldado por la obra de Ciruelo y un estándar de efectos visuales que, aseguran, no tendrá nada que envidiar a la monumental El Señor de los Anillos.

SUEÑO CON DRAGONES

–¿Por qué dragones?
–En realidad, no elegí el tema. Desde que empecé a dibujar me atrajeron las cuestiones fantásticas, algo normal en los chicos. Lo veo en mis hijos, de cinco y ocho años, que dibujan todo el día, desde fantasías hasta animales de la naturaleza y personas, sin ningún prejuicio acerca de qué es real y qué no, sino lo que les gusta. Cuando era chico, hacía exactamente lo mismo, lo que pasa es que no lo corté. El tema de nuestra sociedad es que todos los chicos dibujan, a todos les gusta bailar, cantar, hablar, gritar, saltar, pero la sociedad en que vivimos los va limitando, acorralando con sus miedos. Son muy pocos los que siguen a pesar de todo eso. Por suerte, nadie me frenó.

–¿Hubo alguna cuestión determinante?
–Me regalaban libros, y recuerdo algunas revistas, como Patoruzú, D’Artagnan y el Tony, pero también a Julio Verne, personajes como Bomba y Tarzán. También fue muy importante el deporte. Entre los nueve y los trece hice artes marciales. Cayeron en mis manos revistas y libros acerca de Bruce Lee. Me marcó muchísimo. Me hablaban de autodisciplinas para concentrarse y buscar dentro de uno, lo que sigo aplicando hasta hoy. Dibujar es un acto de ir hacia adentro, de cerrar los ojos y ver. Cuando tenía quince años me regalaron un libro de Frank Frazetta que fue un disparador. Venía escuchando música de Yes, con tapas de Roger Dean que me "partieron" la cabeza. Después me propuse vivir de esto y, cuando se me acabaron las posibilidades en la Argentina, partí para Europa. Durante mucho tiempo fueron los dragones, pero después todo esto se unió a una visión muy personal que tengo de la realidad, de las culturas ancestrales, de mis creencias sobre la naturaleza y el cosmos, la ecología y la religión. Me gusta ir por el lado fantástico de la vida.

–¿Elegir Cataluña fue casual?
–Nada es casual. Al principio sí, pero después no. El símbolo de Cataluña es el dragón. Barcelona es la ciudad del dragón. Aparece en sus esculturas, en las fachadas, en la arquitectura de Gaudí, en las fiestas populares, cuando se disfrazan de dragones y echan fuego por la boca. Es cotidiano, como encontrarte con un castillo del siglo XI. El entorno me devuelve mucho de esa fantasía como realidad. La mía es, a fin de cuentas, una historia de dragones.

–¿Cómo es esto de irse lejos y terminar trabajando desde un lugar para el resto del mundo?
–Hoy en día es muy fácil, pero tuve que esperar más de diez años. Hoy los chicos que dibujan no se tienen que mover tanto. Mejor dicho: viajan, hacen contactos en ferias temáticas en los Estados Unidos, vuelven a su casa y envían sus trabajos por Internet. Tengo muchos amigos que desde Buenos Aires trabajan para Estados Unidos. En mi caso fue distinto: me fui, armé una familia, construí el espacio donde vivo, una casa, tuve hijos, y me quedé. Sin embargo, podría vivir en cualquier lugar del mundo que tenga una conexión a Internet.

–¿En qué te modificó tu perspectiva esta forma de vida y trabajo?
–Me encanta, porque vivo donde quiero, disfruto cada día, de mi trabajo y de mi casa, en familia. Tengo que viajar, cosa que también me gusta, algo que no es frecuente en el mundo de los dibujantes, que lo hacen sólo por obligación. Muchos usan este trabajo para encerrarse, porque prefieren estar en su estudio creando que andar por ahí hablando con la gente. Yo soy lo contrario. Me gusta dar conferencias, sea en la Feria del Libro de Francfort, en Luca o en Barcelona: me encanta saber que estoy diciendo cosas que a los demás les sirven. Lo disfruto.

–¿Y en el tiempo libre?
–No sé qué es tomarse vacaciones, pero es algo frecuente en los que trabajan de lo que les gusta. La cosa cambió cuando nacieron mis hijos, porque las prioridades se modificaron por completo: ellos están ahora en primer plano. Ahora dibujo cuando no estoy con ellos, contándoles un cuento, bañándolos o trayéndolos de sus clases de música. Después de que cenamos y se duermen, empieza mi trabajo hasta la madrugada. A las ocho estoy de nuevo con ellos hasta que van al colegio. No uso reloj, no sé a qué hora ni en qué día vivo, y la mayoría de las veces no sé ni siquiera el año en que estamos. No me manejo con esos parámetros. Incluso, cuando fuimos en abril con mi familia a la Patagonia, pensaba en mi próximo libro… (Hace una pausa.) A veces pienso que me encantaría tomarme unas vacaciones (sonríe) para poder pintar.

–¿Cómo percibís el avance de las nuevas tecnologías?
–Las veo como una cuestión de distracción, de demasiada información. Es preocupante porque, en lugar de aclarar, tanta información confunde. En la sociedad europea, los chicos tienen tantas cosas alrededor que no vas a encontrar ni uno de ellos que se dedique a algo puntual. Los adolescentes tocan diez minutos por día y dicen "quiero ser músico", y les parece una eternidad. Antes había otra capacidad de enfocar y concentrarse. No se qué es lo que va a pasar. Es preocupante.

–Y en tu casa, ¿ese tema cómo funciona?
–Tomé la decisión de que no hubiese TV. Escuchamos música, la hacemos, que es además una manera de jugar con mis hijos, cantamos, bailamos, luchamos, igual que dibujar o salir al jardín y correr. Ni yo ni ellos jugamos con la PC: es importante que aprendan que hay otras maneras de divertirse. Fuera de casa la van piloteando. Si querés ver buenas imágenes, poné una película y analizala, les digo. Cuando veo viejas películas con monstruos de goma, las veo llenas de creatividad original. Cuando las conocimos, nuestros ojos veían más allá: los monstruos te emocionaban, te daban miedo. Estamos mal acostumbrados por el cine vertiginoso, saturado de FX. Era lo mismo que leer un libro, en el que no hay imágenes, sino imaginación: todo está en tu cabeza, y eso hace que el músculo de la creatividad funcione. Volvamos a la literatura, enseñemos a leer a los chicos y a activar la pantalla interior. Cuando tengan su película interior, se van a dar cuenta de lo que es la fantasía. Muchos chicos de hoy no saben leer, y ya estamos viendo las consecuencias: están entrando en una era de imagen pura y dura, sin tener ninguna capacidad para procesarla.

Por Claudio Minghetti

 

BITÁCORA DE VIDA

Ciruelo Cabral nació en Buenos Aires, en 1963. Como desde muy pequeño se pasaba buena parte del día dibujando, a los 13 años ingresó en la Escuela Fernando Fader, donde estudió ilustración y diseño publicitario. Sus primeras creaciones de importancia fueron en revistas como Fierro, Humor y Humi, Quiero Ser, Uno Mismo, y la primera versión argentina de Playboy. En 1987, como tantos otros jóvenes prometedores acorralados por la profunda crisis económica que sufría el país, se marchó rumbo a España. Antes de lo pensado, convirtió a Sitges, a media hora de Barcelona, en su base de operaciones. Un año después habría de salir a la carga con sus primeros trabajos de fantasía épica en esas tierras. Ciruelo, tal es el apodo que nació cuando era un chico, es autor de las tapas de la trilogía Chronicles of the Shadow War, escritas por George Lucas y continuación de la popular Willow, una de sus películas preferidas. Tor Books, Warner, Ballantine, Wizards of the Coast y Heavy Metal, entre otras, le encargan trabajos. En nuestro país, diseñó tapas de discos, como el de la banda sonora de Hombre mirando al sudeste, compuesta por Pedro Aznar, y el último de Los enanitos verdes; en el exterior, los del guitarrista Steve Vai. Ha publicado libros, como The Book of the Dragon, editado por Barnes & Noble, con numerosas ilustraciones donde aparecen dragones y caballeros y todo tipo de personajes fantásticos relacionados con diferentes mitos y leyendas, folklore anglosajón, nórdico y celta. También ha sido autor de algunas de las cartas Magic, the Gathering, del diseño de dragones para campañas publicitarias europeas, e incluso para la película George and the Dragon, de Tom Reeve, y de personajes para videojuegos. En su actividad como artista plástico, Ciruelo es también el creador de los diseños que bautizó Petropictos, en los que aprovecha las texturas y formas naturales de las piedras. Los años no parecen hacerle mella. Para junio de 2007, planea una exposición en el Zoo de Buenos Aires, a partir de una idea de Luis Jacome que se va a conocer como Los dragones llegan al Zoo, con dragones fantásticos, grandes iguanas y lagartos en vitrinas, y espacios para culturas ancestrales, como la maya, la china, la mapuche, con sus mitologías, e incluso con fósiles de dinosaurios alados.

 


 

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